Historias inspiradoras: Helen Keller, superando la adversidad

por | Mar 1, 2013 | Destacados, Historias Inspiradoras, Psicología, Sociedad

Helen Keller nació en 1880 en Tuscumbia, una pequeña ciudad rural de Alabama, Estados Unidos. Con tan sólo 19 meses de edad contrajo una fiebre (tal vez escarlatina o meningitis) que le originó una sordoceguera que la marcaría para toda la vida. Debido a su incapacidad para comunicarse desde tan temprana edad su infancia fue muy traumática para ella y su familia.

Helen Keller

Durante mucho tiempo lo único que se esperaba es que Helen muriera, pero pronto su madre notó que su hija no podía responder cuando sonaba la campana de cena, o cuando pasaba su mano delante de los ojos de su hija. Llegó así a ser evidente que la enfermedad de Helen la había dejado ciega y sorda. Los siguientes años fueron muy difíciles para Helen y su familia. Helen se hizo una niña muy difícil, tiraba los platos y lámparas y aterrorizaba la casa entera con rabietas, gritos y su mal genio. Los parientes la miraban como un monstruo. Pero su familia -y ella misma- no se resignaron con ese destino, y lo fueron superando a fuerza de voluntad y constancia, y gracias también a tutores y amigos que la ayudaron; entre ellos, Anne Sullivan.

Anne Sullivan fue su profesora personal, y amiga de toda la vida. Anne le ayudó primero a controlar su mal genio, y después le enseñó a leer, en primer lugar con el alfabeto manual táctil y más adelante, con el sistema Braille, a escribir de forma normal y a través de las máquinas de escribir en Braille.

«El optimismo es la fe que conduce al logro; nada puede realizarse sin esperanza»

 

Helen fue a la escuela de Cambridge para señoritas desde 1896 y en el otoño de 1900 entró en la Universidad de Radcliffe, siendo la primera persona sordociega que podía alcanzar el reto de presentarse y transitar en una Universidad.

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La vida en Radcliffe era muy difícil para Helen y Anne, y la cantidad enorme de trabajo condujo al deterioro de la visión de Anne.

El 28 de junio de 1904 Helen se graduó «Con Honores» de la Universidad de Radcliffe, siendo la primera persona sordociega en obtener un título universitario. Ese mismo año en la exposición de San Luis hablaba por primera vez en público. Helen y Anne iniciaron en los años siguientes una gira de charlas y conferencias sobre sus experiencias. Helen contaba su vida y su discurso era interpretado frase a frase por Anne Sullivan, lo que siempre generaba sesiones de preguntas y respuestas acerca de sus historias.

Helen escribió «La historia de mi vida», que fue publicado en 1903 y aunque al principio no fuese exitoso en ventas, se convirtió más adelante en una obra clásica.

No solo recolectaba dinero, también hacía campañas para mejorar la calidad de vida y las condiciones de las personas ciegas, quienes eran rechazados y erróneamente educados en asilos. Su insistencia fue uno de los factores importantes para que las condiciones de éstos cambiaran.

En octubre de 1961 Helen sufrió el primero de una serie de accidentes cerebro vasculares, y su vida pública fue disminuyendo. En los últimos años de su vida se dedicaría entonces a cuidar su casa en Arcan Ridge.

En 1964, Helen fue galardonada con la Medalla Presidencial de la Libertad, el más alto premio para personas civiles otorgada por el presidente Lyndon Johnson. Un año más tarde fue elegida como La mujer del “Salón de la Fama” en la Feria Mundial de Nueva York.

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Murió en 1968 a los 87 años de edad.

Su obra publicada es, básicamente, autobiográfica, ya que Keller encontró en la escritura el modo de objetivar y hacer comunicable su difícil experiencia. Sus libros pronto son un ejemplo de tenacidad y resistencia frente a las dolencias eventuales de la vida, especialmente las físicas. Hoy día una Fundación de ayuda a las personas ciegas lleva su nombre.

Frente a la adversidad o te rindes o lo enfrentas

Cuando la vida nos sorprende con una enfermedad, una incapacidad o la muerte de una persona querida tal vez la opción más rápida y cómoda sea dejarse llevar por el abatimiento y ensimismarse en el dolor. Es una primera forma de responder, adaptativa en el comienzo pero inútil si se mantiene a lo largo del tiempo. Helen asumió sus limitaciones y lucho por vivir de forma digna con todo el esplendor que su situación le permitía. No aceptó su sordoceguera como una incapacidad para vivir, sino que supo exprimir al máximo todas las potencialidades que tenía y aceptó el reto que para ella era la vida.

La adversidad puede ser un elemento condicionante pero nunca debe ser limitante. Aceptar la realidad en su dimensión justa es la mejor forma para superarla y poder continuar con la vida de forma satisfactoria. Helen fue un ejemplo y una bonita historia inspiradora.

Y tú, ¿qué opinas sobre la adversidad? ¿Copias a Helen Keller?

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