El lado oscuro de la innovación. No todo va a ser f*llar

por | Dic 12, 2018 | Transformación Digital

Hace algunas semanas, leía una de las columnas de Antonio Rodríguez de la Heras en Retina, dentro de su Alel Digital, dedicada a la verdadera naturaleza “dramática” y rupturista de lo que se nos viene encima con la digitalización.

Hablaba Antonio del erróneo diagnóstico que hacemos tratando este escenario de cambio como una “simple” transformación digital. Afirmaba el catedrático de la Universidad Carlos III que

en este tiempo sacudido por la aceleración de los cambios, conforta que nos digan que estamos en la fase de transición a un nuevo estadio de la sociedad industrial”. Pero advertía claramente que “los síntomas nos dicen que no estamos subiendo un escalón más de un modelo de sociedad, sino que nos encontramos ante una fractura”.

Los consultores de transformación digital hacen su agosto, o lo intentan. Y lo que siempre habían sido proyectos de Innovación, con uno u otro adjetivo, ahora pasan al cajón de los proyectos de “Transformación Digital”. Como mucho, podemos conseguir que los responsables a nivel organizativo apenas puedan diferenciar estas iniciativas de los procesos de digitalización que las condicionan y les dan sentido. Proliferan los modelos que apenas se fundamentan en su inspiración estética, con resultados en ocasiones notables.

Esto ocurre por muchos motivos; y algunos de ellos tienen mucho que ver con cómo funciona el circuito cognitivo individual que, desde el punto de vista de la sistémica, nos puede servir para modelar nuestra capacidad para generar conocimiento. Y es que, el escenario rupturista del que hablaba Antonio en su breve columna, resulta tan ruidoso que dificulta enormemente cerrar ese círculo representado en la imagen tal y como lo concebía Fernando Sáez Vacas.

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El lado oscuro de la Innovación

Este modelo está en la base de la Innovación, con mayúscula, que ha sido objeto del trabajo que se ha publicado bajo el enigmático título de “El Lado Oscuro de la Innovación”. Se trata de un manual dirigido a todas las personas que, conscientes de “la importancia del verbo hacer” han querido dedicar su labor profesional precisamente a “hacer” Innovación, cultivando un amplio abanico de capacidades para desenvolverse en un escenario socioeconómico incierto mediante el uso intensivo del instrumento más potente que conocemos para la gestión del cambio: la iniciativa empresarial.

Me recordaba el artículo de Rodríguez de las Heras las numerosas metáforas que se han ido sucediendo desde los albores de Internet para dotar de entidad propia a alguno de los aspectos más cercanos de un proceso de cambio drástico y multidimensional. Me venían a la cabeza las e-Cosas (e.g eCommerce) y las Cosas 2.0 (Web 2.0) que a ambos lados del cambio de siglo servían para llenar salas de conferencias y liquidar canapés en edificios singulares de las grandes ciudades de la piel de toro, así como en otras geografías.

Sí, “hacer”; porque como sentenciaba el inigualable Krahe, “no todo va a ser follar”. En el ámbito de la Innovación no todo van a ser eventos y cócteles; no todo pueden ser titulares con el “famoseo” emprendedor y centros de ‘coworking’ decorados con aire de garaje que huele a improvisación cuidadosamente planificada. Hay que hablar de “hacer empresa”, porque hacer Innovación es eso: hacer Empresa; y somos las personas las que, efectivamente, hacemos Innovación.

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Hacer Innovación es eso: hacer Empresa; y somos las personas las que, efectivamente, hacemos Innovación. Según @amfumero Clic para tuitear

Este principio, formulado con esta misma aparente simplicidad, es el que ha guiado a los autores para compilar unos pocos casos de estudio, aderezados con píldoras para la reflexión y herramientas conceptuales para ponerlas en práctica.

El lado oscuros de la innovación

De la misma manera que Paul Bowles nos enseñaba en “El Cielo Protector” (que el lector recordará en la inmortal obra del tristemente desaparecido Bertolucci) la diferencia entre el turista, que pertenece a su casa –a la que siempre vuelve- y el viajero, que pertenece al viaje, a la experiencia, nosotros aspiramos a que las personas que elijan nuestra obra para formar parte del equipaje de su particular viaje transformador sepan diferenciar entre hacer y el metafórico “follar”, tal y como nos lo recitaba, irreverente, Javier Krahe.

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