Good-Bye al liderazgo estadounidense. La crisis del coronavirus expone una profunda crisis moral

por | May 27, 2020 | Economía, Liderazgo y Management, Política

Los presidentes norteamericanos han dedicado años a establecer el liderazgo estadounidense en el sistema global. Sin embargo, los defensores del posicionamiento robusto de la nación en el tablero geopolítico están viviendo un periodo conflictivo.

La elección de Donald Trump fue claramente una llamada de atención a la política exterior en Washington. En contraste con décadas de consenso bipartidista de que Estados Unidos era la «nación indispensable», el presidente actual parece ser completamente indiferente al papel de Estados Unidos en el mundo. Cómo ser un gran líder digital

Las relaciones diplomáticas con sus aliados y decisiones polémicas de retirarse de importantes acuerdos y tratados internacionales, han llevado a historiadores y politólogos a declarar que Trump está «deshaciendo el liderazgo estadounidense en el escenario internacional».

Falta de compromiso global

Aunque la conducta proteccionista de Trump sea la que más destaca por su proverbial falta de tacto en cuestiones internacionales, el problema ya existía, y resonaba en las preocupaciones expresadas durante la administración anterior.

Los críticos señalan la retirada de Obama de Irak, su renuencia a intervenir en la guerra civil siria y su fracaso en controlar a Rusia sobre Crimea y Ucrania como evidencia de falta de compromiso global.

¿Le iría mejor al mundo y a Estados Unidos si este último liderara con menor frecuencia, pero con mayor consideración?

Muchos analistas advierten de que el verdadero problema no es el fracaso de Estados Unidos en liderar sino el fracaso del liderazgo estadounidense. Desde el final de la Guerra Fría, la nación norteamericana ha abusado de su poderío militar de forma repetida causando con frecuencia sentimientos de resentimiento, conflicto e inestabilidad entre sus aliados.

Sin ir más lejos, en menos de dos décadas hay amplia evidencia de los peligros de la prepotencia estadounidense en su estilo de liderazgo.  Como respuesta a los ataques del 11 de septiembre, el presidente Bush se lanzó a una guerra contra el terrorismo basada en una estrategia que combinaba la intervención militar, el cambio de régimen y la construcción de la nación, con el objetivo de matar terroristas a corto plazo, destruir sus organizaciones a medio plazo para finalmente remodelar la política de las naciones para evitar el resurgimiento del terrorismo.

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La estrategia de Obama fue básicamente similar, retirándose de Irak pero persiguiendo un cambio de régimen en Libia, acciones en Afganistán y expansión de la guerra de aviones no tripulados contra terroristas en siete países.

A pesar de ello hay pocas señales de que Washington esté listo para reconocer los límites del liderazgo estadounidense que si bien pueden ser una influencia poderosa para el bien, no podemos obviar que Estados Unidos no es ni todopoderoso ni impecable, por lo que cabe la pregunta de si Estados Unidos y el mundo no estarían mejor si Estados Unidos liderara con menos frecuencia y con más consideración.

Características de un líder global

El liderazgo global puede adoptar varias formas que finalmente se resumen en ser una potencia armada y/o ser una potencia admirada.  La primera versión confiere liderazgo a un país por ser el más poderoso, tener el ejército más fuerte, la economía más grande, la tecnología más innovadora.

Pero un líder global pragmático tiene que estar dispuesto a dejar de lado sus propios intereses inmediatos para invertir en una perspectiva más amplia que le beneficie a largo plazo. No se trata de una política altruista sino de entender que existe una interdependencia global. Esa aproximación implica que en ocasiones una potencia dominante deba sufragar los costos para lograr un beneficio colectivo.

El comportamiento estadounidense desde el final de la Segunda Guerra Mundial con frecuencia se ajusta a la descripción, desde apoyar a la OTAN hasta establecer instituciones internacionales como el Banco Mundial o financiar otras como las Naciones Unidas o la Organización Mundial de la Salud.

La segunda versión confiere liderazgo a la brillante reputación de un país, que se convierte en modelo para las demás naciones. La mayoría de los estadounidenses creció con el concepto de pertenecer a un colectivo especial -el más especial del mundo- y mantienen hoy en día esa visión que muchos países no han compartido nunca, y otros están empezando a rechazar.

Estados Unidos está perdiendo el liderazgo mundial al renunciar a su participación en acuerdos internacionales

Desde que el presidente Trump tomara posesión de su cargo el posicionamiento internacional de Estados Unidos ha ido mermando, y el  momento más dramático coincide con su anuncio de retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el cambio climático.

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Ciertamente hay otras instancias durante este periodo en las que Estados Unidos empezó a perder relevancia como figura global -las tensiones entre la administración Trump y la OTAN por los presupuestos; o la retirada de numerosos acuerdos comerciales-  sugieren que el lema de campaña del presidente Trump «América Primero» se está conviertiendo en «América Sola» en lo que respecta tanto al comercio como a la seguridad nacional.

No obstante, la retirada del pacto climático global de mayor alcance del mundo, firmado por casi 200 países, relegó a Estados Unidos al reducido grupo junto con Nicaragua y Siria de no firmantes. Un dudoso honor para un país que solía estar a la cabeza jugando un papel instrumental en la creación del acuerdo, para luego abandonarlo.

Dejando a un lado la retórica del presidente sobre la naturaleza injusta del acuerdo, el abandono del acuerdo sin duda ha resultado en un costo demasiado elevado para la reputación global de Estados Unidos.

COVID-19 expone la crisis estadounidense de liderazgo moral

En estos momentos de crisis sanitaria y económica, el pueblo americano busca el liderazgo del presidente de los Estados Unidos. Después de todo, es el presidente quien debe elevarse por encima de los intereses locales y actuar por el bien común del país en su conjunto.

Sin embargo – y tal vez para sorpresa de nadie- Trump no ha hecho nada por el estilo. De hecho, más bien ha ido cambiando su discurso desde la negación a la culpa, pasando por la seriedad (muy brevemente) y finalmente al capitalismo homicida al sugerir que pondría fin a las prácticas de distanciamiento social, semanas -y posiblemente meses- antes de lo que aconsejan los expertos con el fin de reactivar la actividad económica.

Durante una crisis sin precedentes como ésta, Estados Unidos necesita más que nunca un líder fuerte que mantenga al país unido, con sentido común para que la desesperación no lleva al país a la bancarrota, y sobre todo empatía cuando más de un millón de personas han recibido resultados positivos de la enfermedad, y decenas de miles de familias lloran a sus muertos. Muchos añadirían que en estos momentos el país necesita liderazgo moral, y Trump, no es un líder moral.

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EE.UU. necesita un liderazgo moral

Trump negó la seriedad de la amenaza que representaba el coronavirus desde el principio, culpando a los demócratas, los medios de comunicación y llamando a sus protestas sobre el virus un engaño.

Luego pasó a eludir su responsabilidad y culpar a todos los demás a medida que la crisis ha ido empeorando, y en los últimos días, cansado ya de la pandemia, se ha dedicado a hablar de la crisis en pasado, apuntándose un tanto en el “exitoso” manejo de la crisis -que ya dio por vencida- mientras el número de casos continúa aumentando de forma constante.

La recesión económica causada por la pandemia podría ser la ruina de Trump en las elecciones de noviembre, lo que aboca al presidente a admitir sin remordimiento que las muertes son necesarias alentando a los estadounidenses a terminar con la cuarentena y volver a los negocios habituales. Lecciones de liderazgo de Nelson Mandela

Cuando el polvo se asiente, habrá un análisis sobre el liderazgo interno y a nivel mundial de los Estados Unidos en la respuesta a la pandemia, y quedará registrado para las futuras generaciones por qué Estados Unidos quedó relegado a ser una potencia aislada, concentrada en mirarse su propio ombligo durante una crisis global.

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