La revolución digital afecta negativamente a tu inteligencia pero no lo sabes

por | Mar 3, 2021 | Psicología, Redes Sociales, Sociedad, Transformación Digital

Recientemente, el doctor en neurociencia y director de investigación en el Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica de Francia, MICHEL DESMURGET ha publicado un polémico libro titulado «La fábrica de cretinos digitales«. En él nos expone los peligros de la revolución digital sobre nuestro coeficiente de inteligencia y…. las conclusiones son muy desalentadoras.

Según M. Desmurget «Los ‘nativos digitales’ son los primeros niños con un coeficiente intelectual más bajo que sus padres«.

Otros best sellers anteriores que abordan como la tecnología e Internet están cambiando nuestras mentes son: Superficiales de Nicholas Carr o El cerebro digital de Gary Small. Michel Desmurget alerta sobre los peligros concretos que el uso desmedido de la tecnología tiene sobre el cerebro infantil. Y lo dice bien claro: «El altísimo consumo, alentado por un marketing poderoso, conforma un ingente cúmulo de horas perdidas que, concluidos los grandes periodos de plasticidad cerebral de la infancia y la adolescencia, jamás podrán recuperarse».

La fabrica de cretinos digitales

Revolución Digital e Inteligencia

Cuando se pone una pantalla en manos de un niño o de un adolescente, casi siempre prevalecen los “usos recreativos más empobrecedores” y señala estudios realizados donde se constanta que los menores pasan el día viendo la televisión, luego los videojuegos y en la adolescencia, las redes sociales.

El libro, señala que los «nativos digitales» son los primeros niños que tienen un coeficiente intelectual más bajo que sus padres, una tendencia documentada en países como Noruega, Dinamarca, Finlandia, Países Bajos o Francia. Pero “por desgracia, aún no es posible determinar el papel específico de cada factor, incluida por ejemplo la contaminación o la exposición a las pantallas. Lo que sabemos con seguridad es que incluso si el tiempo que un niño pasa frente a una pantalla no es el único culpable, tiene un efecto importante en el coeficiente intelectual”.

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Estos niños nativos digitales se parecen a los descritos por Aldous Huxley en su famosa novela distópica Brave New World («Un mundo feliz», en español): pasmados por el entretenimiento tonto, privados de lenguaje, incapaces de reflexionar sobre el mundo, pero felices con su suerte.

Son buenos para usar aplicaciones digitales básicas, comprar productos en línea, descargar música y películas, etc. Pero en contraste con las creencias comunes, no son muy buenos con las computadoras. Un informe de la Unión Europea incluso explica que su baja competencia digital dificulta la adopción de tecnologías educativas en las escuelas.

La evolución del nivel de inteligencia

En 1984, el investigador neozelandés James R. Flynn se dio cuenta de que curiosamente las puntuaciones medias de CI de los estadounidenses habían crecido «masivamente» entre 1932 y 1978. Recogiendo esta idea, unos después, Richard Herrnstein y Charles Murray en su polémico libro ‘The Bell Curve‘ acuñaron el término «efecto Flynn» para referirse a cómo los resultados de los tests de inteligencia han subido de forma notable en todo el mundo.

Sin embargo, en 2004, mientras examinaba los datos noruegos de los tests de inteligencia entre 1950 y 2002, Jon Martin Sundet se dio cuenta que el crecimiento se había estancado. Este «frenazo» del Efecto Flynn empezó a confirmarse en Reino Unido, Dinamarca, Australia o Islandia; y, de hecho, los últimos estudios Noruegos no solo abundaron en la idea, sino que empezaron a señalar que, más allá del estancamiento, los resultados estaban empezando a ser peores.

Desmurget parte del estancamiento del «efecto Flynn» (la subida continua de las puntuaciones de inteligencia en todo el mundo que los investigadores llevaban viendo más de un siglo) y lo relaciona con el advenimiento de la cultura digital. Pero esta relación no es causal ni presenta una correlación directa. Es una simplificación ya que además de la revolución digital pueden estar influyendo otros muchos factores a tener en cuenta.

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La globalización también a fecha a nuestra inteligencia

Consecuencias del uso abusivo de pantallas

Con solo dos años de edad, el consumo de dispositivos digitales diario ronda las tres horas. De ocho, a los 12 años supera las cinco horas y en la adolescencia se dispara hasta las siete horas. Eso es demasiado tiempo en pleno desarrollo intelectual. «Hay que ser realmente soñador, cándido, insensato o corrupto para sostener que esta orgía de pantallas a las que están expuestas las nuevas generaciones no tendrán consecuencias importantes«, afirma Desmurget en el libro.

Este altísimo consumo, alentado por un marketing poderoso, forma, en su opinión, un ingente cúmulo de horas perdidas que, concluidos los grandes periodos de plasticidad cerebral de la infancia y la adolescencia, jamás podrán recuperarse.

Desmurget dice que las consecuencias de estos comportamientos producen:

  • disminución en la calidad y cantidad de interacciones intrafamiliares, fundamentales para el desarrollo del lenguaje y el desarrollo emocional;
  • disminución del tiempo dedicado a otras actividades más enriquecedoras (tareas, música, arte, lectura);
  • interrupción del sueño, que se acorta cuantitativamente y se degrada cualitativamente;
  • sobreestimulación de la atención, lo que provoca trastornos de concentración, aprendizaje e impulsividad;
  • subestimulación intelectual, que impide que el cerebro despliegue todo su potencial; y
  • un estilo de vida sedentario excesivo que, además del desarrollo corporal, influye en la maduración cerebral.

“El cerebro se puede comparar con una plastilina. Al principio, es húmedo y fácil de esculpir. Pero con el tiempo se vuelve más seco y mucho más difícil de moldear”.

El problema con las pantallas recreativas es que alteran el desarrollo del cerebro de los niños y lo empobrecen.

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Protección de los menores y revolución digital

Taiwán, por ejemplo, considera que el uso excesivo de pantallas es una forma de abuso infantil. Ha aprobado una ley que establece fuertes multas para los padres que exponen a niños menores de 24 meses a cualquier aplicación digital y que no limitan el tiempo de pantalla de los chicos entre 2 y 18 años.

En China, las autoridades han tomado medidas drásticas para regular el consumo de videojuegos por parte de menores: los niños y adolescentes ya no pueden jugar de noche (entre las 22 horas y las 8 horas) ni exceder los 90 minutos de exposición diaria durante la semana (180 minutos los fines de semana y las vacaciones escolares).

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Tal vez las prohibiciones no sean la mejor solución; pero está claro que las opciones educativas sólo pueden ejercerse libremente cuando la información que se brinda a los padres es sincera y exhaustiva.

Para Desmurget hace falta una campaña justa de información sobre el impacto de las pantallas y la revolución digital en el desarrollo con pautas claras. Sería un buen comienzo: sin pantallas para niños de hasta 6 años y luego, no más de 30-60 minutos al día.

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