4 lecciones de liderazgo que aprendí el 11S

por | Oct 17, 2018 | Desarrollo personal, Liderazgo y Management, Psicología

Soy una víctima del atentado de las torres gemelas y te voy a contar mis lecciones de liderazgo del 11S. Cada día durante más de 19 años, estuve subiendo pisos de escaleras como encargado de mantenimiento de las Torres Gemelas. Hoy, cinco escalones me dejan sin aire por la fatiga crónica que sigo padeciendo años después de los atentados. Yo conocía las torres como la palma de mi mano, ya que mi trabajo consitía en inspeccionar las escaleras del edificio y mantenerlas despejadas en caso de emergencia.

Aquel martes 11 de septiembre, un retraso me salvó la vida. A las 8:46 horas, cuando se estrelló el primer avión contra el piso 90 de mi torre Norte, me encontraba con mis jefes en el sótano y no me había dado tiempo a subir al 106 para desayunar con mis compañeros en el restaurante The Windows of the World, donde habría muerto como las 200 personas que quedaron atrapadas ahí.

Yo guardaba una de las cinco llaves maestras para acceder a las escaleras y decidí quedarme para abrir las puertas a los bomberos y ayudarlos por las escalerillas angostas, empinadas, sin ventanas y llenas de humo negro. Tras tres incursiones de rescate, bajé corriendo, justo antes del hundimiento. Fui la última persona que salió viva de la Torre Norte. Me protegí de la lluvia de acero y cemento bajo un coche de bomberos. Me sacaron tras retirar la montaña de escombros que sepultó el vehículo.

Desde ese día, que cambió totalmente mi vida, trabajo de forma incesante y desinteresadamente ayudando a los afectados y familiares de las víctimas, y me ha dado cuenta de que el tratamiento que se estaba dando a las víctimas latinas no es el adecuado. Por eso fundé el Grupo de Víctimas Hispanas del World Trade Center, a través del cual ayudao a más de 150 familias afectadas.

 

Lecciones de liderazgo del 11S

Estas son las lecciones de liderazgo del 11S que han cambiado mi vida:

1) La importancia de decir “yo lo hago”

¿Cuántas oportunidades hemos tenido ante nosotros y las hemos dejado pasar por falta de visión, disposición o simple pereza?

Yo era un aprendiz de mago en Puerto Rico que se lanzó a principios de los ochenta a buscar suerte en Nueva York. Después de fracasar por la cantidad de competencia en la ciudad y tras quedarme sin recursos, entré como empleado de limpieza a las torres gemelas.

Pensé que duraría seis meses, pero me quedé 20 años de mi vida. Yo era el de limpieza, era el barrendero. Mi trabajo era limpiar la esfera gigante en el parque, donde me moría de frío.

A finales de 1982, la empresa en la que trabajaba, American Building Maintenance, solicitó un voluntario que preparara una oficina para un nuevo inquilino en la torre norte, que hasta entonces era secreto. “Yo lo hago”, respondí.

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lecciones de liderazgo del 11S

[Tweet «Nunca digas yo no puedo más y aquí me quedo. Siempre dí yo lo hago.»]

Estas tres palabras me acercarían al al recién elegido gobernador de Nueva York, Mario Cuomo. Gracias a mi disposición, me gané la confianza del miembro del partido demócrata, que primero lme dio el encargo de entretener con trucos de magia a los periodistas en las conferencias de prensa, y después de preparar todos los eventos públicos en su despacho.

La vida es todo un proceso de enseñanza. Yo aprendí cómo organizar una conferencia de prensa, cómo preparar un evento y además veía negociar al gobernador para pasar un proyecto de ley. Estos conocimientos cobrarían gran relevancia muchos años después para mi.

Después de más de 10 años de estar todos los días junto al gobernador, me quedé sin empleo nuevamente cuando Cuomo perdió las elecciones en 1994. El único trabajo que quedaba era el que nadie quería tomar: limpiar las escaleras de los 110 pisos de la torre norte del WTC. Y como no podía quedarme sin trabajo, dije: sí, yo lo hago.

2) Reaccionar positivamente ante la adversidad

¿Cómo reaccionarías ante una crisis inesperada, para la que piensas que no estás preparado y en la cual está de por medio tu trabajo?

La mañana del 11 de septiembre de 2001, llegué tarde a trabajar. En lugar de comenzar mi rutina -a las 8:00 horas- de limpiar las escaleras de arriba hacia abajo, fui al piso 1 del sótano, en el que se encontraba la oficina de limpieza. Fue ahí, donde a las 8:46 horas una fuerte explosión originó daños en el edificio y un pánico generalizado.

No había ventanas, ni comunicación, por lo que nadie sabía que un Boeing 762 con 92 personas a bordo había sido impactado por un grupo de terroristas contra la torre norte del WTC. Todos estaban desesperados, cuando un hombre de color se me nos acercó a mis compañeros y a mi. El hombre, llamado Felipe David, tenía colgando de su rostro un pedazo de piel y su cuerpo cubierto de sangre.

En ese momento, mi mundo cambió para siempre. Tenía que ayudarlo. Salí de mi estado de parálisis y comencé a buscar apoyo para la víctima y el resto de sus compañeros inmóviles por el terror.

Empecé a empujar a la gente y a pedirles que me siguieran. Los daños en la salida principal habían causado la lesión a Felipe David, y yo conocía el edificio mejor que nadie por lo que los llevé al área de carga y descarga.

Cuando salí, puse al herido en una ambulancia y entonces supe que un avión había impactado la torre. Pensé en mis amigos que estaban arriba, en la gente que conocía de Windows of the World –un restaurante en el piso 106–, y les dije ‘tenemos que volver’, pero nadie quiso volver, ¿quién iba a regresar para arriesgar su vida?

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3) El hombre indicado en el momento indicado

¿Te has puesto a pensar lo que has aprendido y ganado en el trabajo, y cuál es la mejor forma de aprovecharlo? Cada herramienta, por mínima que parezca es sustancial.

Al ver la negativa de la gente para ingresar al WTC, le arrebaté la radio a un miembro de seguridad y me introduje en el edificio. La primera persona a la que ayudé fue una señora que temblaba mientras se aferraba a un atril. “Lo he oído todo, pero no me puedo ir, porque soy una trabajadora nueva, y no quiero que me despidan”, argumentó.

“Fue la importancia de los valores la que me enseñó que la compasión es mucho más duradera que la violencia”

Después de ayudarla a salir, logré ayudar a salir a unas personas atoradas en un ascensor que se inundaba con rapidez por el agua de los rociadores que caía desde los pisos superiores. Tras un exitoso rescate, un policía se me acercó y me preguntó si tenía una llave maestra de la torre, pues nadie podía entrar a los distintos niveles del edificio.

[Tweet «La compasión es más fuerte que la violencia. William Rodríguez, superviviente del 11S»]

Yo había obtenido una llave maestra del edificio derivado de una querella que había interpuesto contra mi empresa: En 1996, mientras trapeaba las escaleras resbalé y quedé tirado en el piso durante horas, pues nadie acudió a ayudarme. En la demanda, no pedí dinero. Lo único que solicité fue una llave maestra y una radio para protegerme en caso de un accidente. Así fue como obtuve una de las cinco llaves maestras que existían en el WTC.

De camino al cubo de escaleras, encontré a los bomberos de Nueva York y comencé a guiarlos por el edificio. Iniciaron el ascenso a la par de evacuar a varias personas por nivel, hasta que llegaron al piso 27, en el que los bomberos, “mis héroes”, fueron desplomándose por el cansancio uno por uno.

Yo había tardado dos años en aclimatar mi cuerpo para subir y bajar los 110 pisos de la torre norte. Para el 11 de septiembre de 2001 tenía “piernas de acero”, pero no los bomberos, que además cargaban un equipo de más de 50 kilos en su espalda. Me di cuenta entonces que nadie estaba preparado ni tenía el conocimiento para una crisis de tal magnitud.

Continué solo subiendo y apoyando gente hasta el piso 39, cuando escuché un fuerte estruendo. La torre sur del WTC, que había sido impactada por otro avión después que la torre norte, había caído. Junto con los bomberos comencé el descenso para apoyar en la evacuación de algunos heridos, personas en estado de shock y una persona en silla de ruedas.

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Fui el último en salir del edificio, antes de que este comenzara a derrumbarse a las 10:28 horas. Luego de escuchar los gritos de ¡corre Rodríguez! me oculté bajo un camión de bomberos, donde permanecí por 4:30 horas hasta que fui rescatado.

4) Utilizar el poder para ser un adicto en ayudar

¿Qué haces cuando alguien te pide ayuda? ¿Cómo apoyas a tu compañeros, a las personas que tienen las mismas o mayores necesidades que tú?

Una semana después de los atentados, y sin trabajo, encontré el camino de mi nuevo estilo de vida, cuando integrantes de la comunidad latina, amenazados de ser deportados, me pidieron apoyo para encontrar a sus familiares desaparecidos durante los ataques.

Pelear por separado no iba a servir. Decidí organizar a las víctimas y con los recuerdos de lo que aprendí mientras trabajaba con el gobernador convoqué a conferencias de prensa y me reuní con los congresistas. Desde entonces he  encabezado una lucha por respetar los derechos de los familiares de las víctimas, principalmente latinos, que murieron el 11 de septiembre.

Me convertí en un adicto en ayudar. Fue la importancia de los valores la que me enseñó que la compasión es mucho más duradera que la violencia, así fue como cuando me enteré de la invasión a Iraq hice una marcha por la paz en Estados Unidos en la que participaron soldados americanos.

Aunque he sido reconocido en varios países como un héroe, sin embargo yo no creo que lo sea. Soy una persona que supo aprovechar los aprendizajes durante su vida para ayudar, en un momento en el que no había nadie preparado para enfrentar una crisis así.

Los verdaderos héroes murieron el día de los atentados. Ellos no tuvieron una segunda oportunidad de vida. Me han reconocido a nivel internacional, pero no salvé a ninguno de mis amigos. De aquellos por los que me motivé a regresar, no pude salvar a ninguno, pero comparto también este mensaje para que sepan que hay una oportunidad dentro de cada persona de hacer cambios.

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