Transformación Digital

Cómo la transformación digital cambia nuestro cerebro y nuestra mente

Internet y la transformación digital cambia nuestro cerebro a nivel de conexiones neuronales y, por supuesto, culturalmente. Los adolescentes de hoy, los más expuestos al mundo digital, han evolucionado cerebralmente, desarrollando nuevas habilidades como la capacidad de síntesis y atenuando la degradación por la edad, pero perdiendo otras como la capacidad de reflexionar, de concentración y las habilidades sociales. Aprender a trabajar en equipo como los gansos y los pingüinos

Estos cambios se han producido con mucha rapidez, por lo que Gary Small sugiere en su libro «El cerebro digital: Cómo las nuevas tecnologías están cambiando nuestra mente» que estamos frente al proceso evolutivo más impresionante y veloz de nuestra historia. Por esta razón a los padres y docentes les resulta  difícil comprender a los jóvenes, puesto que, además de las diferencias generacionales, nos encontramos con cerebros programados para realizar otras actividades y para comprender su realidad de una manera distinta. Por otra parte, esta evolución involucra a todos quienes se exponen a estas tecnologías, no solo a los jóvenes, pues el Dr. Small ha probado que el cerebro, contrario a lo que se creía antes, se renueva y crea nuevas conexiones durante toda la vida. Sin Cultura Digital no puede haber Transformación Digital

La transformación digital cambia nuestro cerebro

Según el Dr. Small una hora diaria de exposición al ordenador produce importantes alteraciones en las conexiones neuronales. Si nuestro cerebro es tan sensible, ¿qué pasa con el de los más jóvenes, cuyo circuito neuronal es más plástico y maleable? Aunque la exposición al entorno digital parezca ejercer un impacto muy sutil, sus efectos estructurales y funcionales son profundos. Conforme el cerebro traslada su foco hacia nuevas habilidades, se aleja de las capacidades sociales fundamentales.

¿Estamos criando a una generación de jóvenes incapaz de aprender, recordar, sentir o controlar sus impulsos? ¿O los nativos digitales desarrollarán nuevas habilidades que los facultarán para increíbles logros?

Para las generaciones mayores la problemática es distinta: nos enfrentamos a un mundo en el que los cerebros se tienen que adaptar a las nuevas tecnologías o quedarse atrás: política, social y económicamente.

Unos y otros debemos dominar el entorno digital y aprovechar al máximo su eficacia, pero también necesitamos conservar nuestra humanidad. De nosotros depende que seamos capaces de modelar y optimizar nuestros circuitos neuronales a nuestro favor, para que podamos sobrevivir con éxito a la adaptación más rápida e importante que ha experimentado el cerebro en miles de años de evolución.

Aprender, desaprender y reaprender

“Los analfabetos del siglo XXI no serán aquéllos que no sepan leer y escribir, sino aquéllos que no sepan aprender, desaprender y reaprender”

Esa es la idea que difundió en 1970 Alvin Toffler, escritor estadounidense conocido por sus artículos acerca de la revolución digital, en su libro “El shock del futuro”. En él describe un estado psicológico que afecta tanto a individuos como a sociedades enteras, cuya definición más corta es la percepción personal de “demasiados cambios en un período de tiempo demasiado corto”. Acuñó, además, otro término para complementar el anterior: information overload o sobrecarga informativa.

Hoy disponemos de demasiada información para tomar cualquier decisión o simplemente para permanecer informados sobre un determinado tema. Dicha información, además se actualiza  continuamente y entra en contradicción con la información que previamente teníamos. Conclusión: tanto cambio tecnológico y social deja a muchas personas desconectadas, desorientadas y estresadas.

La velocidad con la que se actualizan los conocimientos nos obliga a gestionar ese disco duro que llamamos “cerebro” de una manera nunca vista hasta ahora. Resulta imposible procesar a la velocidad adecuada toda la información y todos los cambios que suceden a nuestro alrededor.

El cerebro

El cerebro, a pesar de ser un órgano prodigioso, no se puede formatear a voluntad como si fuera un ordenador. Es decir, no es posible borrar de nuestra mente el concepto A y sustituirlo por el B. Los conocimientos y creencias adquiridas van a formar parte de nosotros toda la vida. No es posible, por tanto, “desaprender” entendido como sinónimo de olvidar. Y ahí radica la dificultad. Lo que debemos hacer en esta era VUCA es replantearnos lo aprendido y mirarlo desde otro punto de vista. Desaprender consiste, pues, en mirar de manera crítica lo que ya sabemos y ser conscientes de que lo que funcionaba ayer hoy probablemente no lo haga y, por tanto, debamos buscar (aprender) nuevas opciones.

Desaprender consiste en mirar de manera crítica lo que ya sabemos y ser conscientes de que lo que funcionaba ayer hoy probablemente no lo haga Clic para tuitear

El reto del siglo XXI

Ser capaces de desaprender será fundamental en este siglo XXI. Si haces siempre lo mismo siguiendo los mismos patrones, acabarás fallando. Lo que antes funcionaba, ahora puede que ya no. En este entorno, las variables, el conocimiento,… ha cambiado por lo es necesario cuestionar lo que antes hacías para poder aplicarlo ahora. De nuevo, desaprender para volver a aprender. La metáfora del trabajo en una huerta lo explica sencillamente: primero hay que quitar toda la maleza y malas hierbas que se acumulan de forma natural para después, remover y abonar la tierra para sembrar.

Así que en este mundo cambiante, es imprescindible limpiar la mente y dejar espacio libre para asumir nuevas enseñanzas. Y esto implica disponer de una mente abierta (una open mindset) que sea capaz de cuestionar lo anterior para poder dejar entrar a las nuevas evidencias o fuentes de conocimiento.

El problema, muchas veces, no radica en lo que desconocemos; sino en lo que creemos que sabemos cuando en realidad no es así. Es decir, lo malo no es no saber algo; es más peligroso saber solo un poco de algo, que además sea equivocado pero nosotros creamos que es lo cierto y correcto. La transformación digital no va (solo) de Tecnología

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